La cadencia de la vida, el día a día, la rutina de cada cual, el ritmo que elegimos o nos elige a nosotros mismos, o a los que nos rodean, o los ambientes laborales que abrazamos como irremediablemente nuestros, con frecuencia nos hacen perder la verdadera naturaleza humana, el auténtico sentido de la vida, la esencia de lo verdaderamente importante.